Serían las seis de la tarde cuando mi incansable búsqueda quedo suspendida por falta de éxito. Llevaba desde las doce de la mañana intentando encontrar entre las leyes demoníacas algo que me abstuviese de tener que quedarme con la herencia que la muerte, o mejor dicho el asesinato, de mi suegro me había franqueado. Todo lo que encontraba reafirmaba mi obligación de hacerme cargo del legado e intentar que los nombres de los descendientes del fallecido no se viesen ensuciados por el cobarde gesto del difunto. No se me ocurrida nada mas que utilizar mi sumisión y obligarlos a todo a acatar mi voluntad, algo que no era muy practico ni democrático.
Levante la vista de la pila de papeles que tenía delante, me escocían los ojos, estaba apunto de arrancarme el pelo y no había tocado el plato de comida que me habían dejado. Nadie entendía porque me tomaba tan a la tremenda este tema, nadie entendía que yo odiaba ser la dueña de la herencia que por derecho pertenecía a Alejo, que no quería un cargo entre la gente que tanto afán habían puesto en intentar controlarme, solo quería salir de todo ese lío, seguir con mi vida y no preocuparme de si algún día daría a luz a un ser completo.
Apoye la cabeza en la mesa y resople otra vez, como si eso fuese a aclararme las ideas de forma mágica. Volvía leer el mismo párrafo que ya casi tenía grabado en la mente, el que explicaba eso de que un demonio atacado tiene derecho a matar a su atacante y heredar sus bienes; esto me daba la opción de atacar a Alejo y que el me matara. Era evidente lo que fallaba en mi súper plan, yo no quería morir y Alejo no me mataría, y menos aún que estaba completamente transpuesto en una de las habitaciones de la enorme mansión. Las vistas de los jardines de la mansión no tenían desperdicio, había decidido sentarme en el jardín para realizar mi tarea, el clima de junio era bastante agradable y me sentiría muy bien si no fuese por lo que estaba haciendo y el motivo de esto.
-Trabajas demasiado-
-Hola mamá- respondí a la voz sin levantar la cabeza de la mesa. Su mano recorrió mi espalda igual que hacia en los primeros meses de pesadillas tras la muerte de mi padre.
-Clara esta con Alejo- comento mientras se sentaba a mi lado.
-Normal, es su hijo. ¿Cómo esta ella?, esto debe serle especialmente duro.-
Espere pero no obtuve respuesta, por lo que levante la cabeza de la mesa y la mire. Mi madre siempre había sido bonita, pero ahora rodeada de vegetación y liberada de todo lo que ocultaba estaba preciosa. La contemple admirando lo fuerte que había sido y todo lo que había pasado.
-¿Me has dicho algo?- volvió de donde se encontrase y centro su atención de nuevo en mi.
-Te he preguntado por Clara-
-Ah, pues esta bien. Sabe que lo de Alejo no es serio y se alegra de que ambos hayáis salido bien parado de un encuentro con la bestia esa.- asentí como respuesta. -Anda come- me pidió mientras señalaba el plato de pasta que había en uno de los laterales de la mesa. Comí por obligación, sin ganas y sin atención, tragaba con trabajo y sentía como con cada bocado se me cerraba cada vez más la garganta. Mi madre asentía al verme comer, eso siempre le ha hecho sentir que yo estaba sana y como sabía que en esos momentos necesitaba más que nunca verme así acabe comiéndome todo el plato, pero no sin enfuerzo.
Hacía poco que había terminado de comer cuando Clara se nos unió. Una extraña paz inundaba su rostro, algo que yo no entendía. Su hijo estaba como en coma, no sabíamos cuando volvería a recobrar la conciencia, pero ella brillaba como si hubiese alcanzado la cumbre de la perfección, entonces lo entendí. Usenko había muerto, ahora no tendría que compartir a su hijo y vivir con el miedo a que su padre lo reclamase para misiones a causa de su condición de demonio, ahora Alejo estaba a mi cargo y yo lo quería más de lo que me quería a mi misma, y ella sabía eso.
-Señora- de forma lenta aparte la mirada de Clara y la pose en Sol que reclamaba mi atención desde la puerta. -faltan apenas dos hora para su visita con el Consejo y debe prepararse. Tiene todo lo necesario en sus aposentos y ahora mismo iremos para ayudaros con vuestro cabello.-
-Tienes razón Sol, enseguida voy-
-Como gustéis- ofreció como despedida junto con una inclinación antes de volver dentro.
-Cuando termines de arreglarte no estaremos así que suerte- mi madre me sonreía pero esta sonrisa no llegaba a sus ojos.
-Suerte Nalhué-
-Gracias mamá y a ti también Clara- inspire con fuerza y solté el aire con un suspiro, me di la vuelta y seguí el rumbo de Sol.
¿Hablamos?
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