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Entre agua y fuego esta inscrito en el registro de la propiedad intelectual de Granada con el expediente GR-565-09.

jueves, 19 de mayo de 2011

Capitulo 1:

Crucé los pasillos desiertos con los pasos de mí madre tras de mi, aunque apenas los oía. Mi respiración copaba por completo mis oídos, entre cortada y acelerada, como si hubiese corrido durante horas. Notaba como el corazón me latía en la garganta y las manos se me humedecían por momentos.
Estaba sufriendo un ataque de pánico escénico, y no era para menos. La escena que me dísponía a representar sería propia de cualquier teatro de segunda. Me había resistido con todas mis fuerzas a esto, había argumentado, gruñido y lloriqueado, pero de nada había servido.
La puerta del jardín se abrió para mí, como si fuese una estrella del Rock. Las mujeres me abrían paso entre reverencias y bendiciones. Tenía la necesidad de rodar los ojos y bufar, pero en esos momentos entro en mi campo de visión Andriana, mi madre filtraba ilusión y orgullo en cada mínimo gesto, decidí no hacerlo.
Llegue al centro del prado, donde Clara me esperaba en su recién estrenado cargo de sacerdotisa. Me sonrío con cariño e hizo la reverencia de protocolo, haciendo que me sintiese horrible. Se incorporo y me abrazó.
-Tranquila cariño, lo harás bien- me susurro en oído antes de dirigirse a la pequeña multitud que se había congregado a nuestro alrededor.
-Hermanas, hoy es un gran día- hizo una pausa dramática. -En el día de hoy nuestras niñas se harán mujeres, uniéndose para siempre a nuestro elemento. A partir de este comento serán confirmadas como hijas dela gua, y como tales podrán lucir orgullosas su color-
Según termino de decir esto, en una coreografía planeada unas veinte mujeres se separaron del grupo para tomar lugar frente a nosotras. Portaban en sus manos túnicas de un azul brillante. Clara dio un paso atrás, era mi turno.
Caminé ligeramente había delante, intentando recordar los textos que llevaba semanas memorizando. Las mujeres, que en un principio me habían parecido cercanas, se encontraban a unos cinco metros de mi.
-Bienvenidas sois hijas del agua- la respuesta no se hizo esperar.
-Agradecidas estamos Señora del equilibrio- contuve la risa que el nombre me seguía produciendo, incluso tras meses de oírlo de forma diaria.
-Estamos hoy aquí con un objetivo. ¿Donde están las nafraes? - sonreí aliviada por haber conseguido recordar en nombre usado para denominar a las nuevas hijas del agua.
-Aquí estamos señora- las voces surgieron del grupo, mientras las jóvenes se situaban junto a sus madres y también madrinas.
-Bienvenidas sois- se suponía que ahora era el momento de las palabras emotivas, había preparado alto con mi madre, pero no lograba recordarlo. Mi atención fue llamada hacía la puerta que llevaba al edificio. En la distancia puede distinguir una figura vestida de negro. Como respuesta mi cuerpo se relajo por completo, mientras un agradable y familiar calor me recorría por completo. Respire aliviada, seguía sin recordar lo que tenía que decir, pero ahora me sentía capaz de improvisar.
-Es un honor para mí guiaros en el final de este camino, y el inicio de uno nuevo. Se que todas esperáis impacientes por se declaras afras completas, así que no os haré esperar más. Acercaos pues-
Como debía hacerse la primera niña se acerco a mi escoltada por su madre, que fue la primera en hablar.
-Soy Celeste, mi señora- una nueva reverencia -y aquí, os traigo a Liu.-
-Acercaos pues Liu- llamé tal y como Adriana me había explicado. La niña no tendría más de siete años; y es que para este ritual no había edad. Me incline a su altura y la mire a los ojos, sonreí para tranquilizarla, aunque no sabía quien estaba más nerviosa si ella o yo.
Se suponía que llegado a este punto yo sabría que hacer, pero seguía en blanco. Respire profundo y desenvaine mi instinto como única alternativa a mano.
Guiada por este bese a pequeña en la frente. Cuando abrí los ojos la niña brillaba con un precioso azul. Saboree mi para el resto desapercibida historia antes de continuar.
-Tu elemento, el agua, te reconoce y te reclama- Su carita se ilumino por la alegría, mientras su madre extendía la túnica y con manos temblorosas le ayudo a ponérsela. Con una nueva reverencia volvieron al grupo.
La siguiente niña se acerco, y después la siguiente, y de nuevo otra. Me sentía cansada y casi febril. Cuando llegue a la que hacía dieciocho el color que desprendía era un azul verdoso. Supuse que era cosa mía, así que simplemente dijo que debía y pase a la siguiente.
La diecinueve venía sola, son las túnica en las manos. Tendría poco más de diez años.
-Soy Alma- lo la deje continuar.
-¿Y tu madre?- sus ojos centellearon escondiendo lágrimas.
-Cayo en batalla- la lucha continuada se había llevado muchos de ambas partes. Busque alrededor a mi madre. La encontré junto a la multitud. La llame con un movimiento de cabeza y ella se acerco.
-¿Aceptarías a mi madre como madrina?- los cuchicheos y murmullos se extendieron entre las afras. Podía distinguir como se repetían las palabras Asamblea, miembro y doce de unos a otros. Y es que desde que mi madre había asumido ese cargo político como miembro de la Asamblea de las doce, era muy respetada entre sus hermanas.
-Por supuesto- musito la chica. Después de esto todo se llevo a cabo de la forma común.
Y por fin, solo quedaba una. Era una chica de unos dieciocho años. Con el cabello tan dorado que parecían rayos de sol. Los ojos enormes y azules, como el mar en verano. La piel del color de las perlas y los labios de fresa. Era la chica más bonita que había visto nunca. Reflejo de todo lo que se suponía debía ser un afra. Su nombre era Kyre. Le sonreí aun extasiada por su belleza y me aproxime para besar su frete. Terminé en beso y abrí los ojos.
Estaba segura de que sería el agra perfecta. Si fuera un afra.

La muerte de la virgen (Il Caravaggio)

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