Con el corazón latiéndome en la garganta me tambaleaba escaleras abajo del lujoso hotel, con las rodillas que apenas me soportaban y menos con el peso de Alejo sobre mis hombros. Un poco antes el había recuperado algo de su estabilidad, pero seguía estando débil y era condenadamente difícil mantenerlo en píe. Afortunadamente aun no nos habíamos encontrado con nadie, pero sabía que en el momento en el que esto ocurriese sería muy difícil justificar el aspecto que teníamos ambos y los desperfectos de la habitación, así como el motivo de que sus residente hubiesen desaparecido extrañamente.
Tome una de las puertas que llevaban a las escaleras de emergencia, con un poco de suerte no nos toparíamos con nadie. Mis pies resonaban estrepitosamente contra la escalera metálica, por mucho que yo me esforzase en pisar con cuidado y mi acompañante no era de ayuda. Continué nuestro complicado descenso, los brazos me dolía por el esfuerzo y el sudor me empapaba por completo. En varias ocasiones estuvimos cerca de caer y en una de estas el vestido que llevaba puesto se había desgarrado en un tirante al engancharse con la barradilla. Estaba quejándome de mi mala suerte y regocijándome en la autocompasión cuando el ruido de unos pasos lejanos y nerviosos que subían me alertaron del posible pasillo. Me asome al hueco de la escalera y pude ver las luces naranjas que se encontraban cinco platas por abajo y acortando distancia. Asustada y demasiado cansada para usar ninguno de mis poderes intente volver por donde había venido pero ellos eran demasiado rápidos y yo llevaba demasiado peso. Lo intente de todos modos y arrastrado a mi compañero como podía me di la vuelta y comencé a subir las escaleras de nuevo, el esfuerzo me dejaba la garganta seca, tenía ganas de vomitar y estaba enormemente mareada. Conseguí llegar una planta más arriba, donde había otra de esas puertas que llevaban al interior del hotel. Entre de nuevo, mis pies se enredaron con la moqueta y me caí de bruces contra el suelo arrastrando el cuerpo semiinconsciente conmigo. Casi me era imposible volver a levantar a Alejo que cada vez parecía pesar más, lo arrastre como pude pasillo adelante, cuando llegue a otro pasillo que giraba a la derecha cinco o seis metro mas adelante no me lo pensé y fui directa a el. Nada más dar la vuelta en la curva el sonido de la puerta metálica que daba a las escaleras me alerto, hice acopio de fuerzas y tire más fuerte de mi compañero, las sombras de varios cuerpos cruzaron el pasillo principal que nosotros habíamos dejado atrás. En es momento me di cuenta de que si conseguía girar la curva que había delante de mi conseguiría ocultarme y seguir avanzando. Los brazos me dolían y tenía calambres por todo el cuerpo, las gotas de sudor bajaban y dibujaban caminos por mi espalda descubierta, las cenizas se habían quedado adheridas en algunos partes de mi piel y los rizos se me pegaban a la cara, las lagrimas por el esfuerzo me resbalaban por las mejillas, estaba cansada, asustada y bastante traumatizada, pero no pensaba rendirme. Cual fue mi decepción cuando al dar la vuelta a ese maldito pasillo me encontré con la puerta de una habitación, nada más ni una salida, ni otra opción que una triste ventana por la que pude comprobar los veinte pisos que nos separaban del suelo. Los pasos nerviosos volvieron a sonar esta vez acompañados de voces impacientes, resuellos de cansancio y exclamaciones de descontento. La desesperación se apodero de mí y comencé a golpear la puerta de la habitación mientras rogaba a sus posibles ocupantes que nos abriesen, como es evidente esto no hizo otra cosa que alertar a nuestro perseguidores de donde nos encontrábamos. En cuestión de segundos el pequeño rellano del pasillo fui invadido por una quincena de cuerpos altos y bien formados aunque las edades eran diversas, desde los diecisiete a los cuarenta años calculé. Las fuerzas me abandonaron por completo y las lagrimas de esfuerzo se convirtieron en un torrente violento que me oprimía la garganta. Me deje caer en el suelo y con la poca energía que me quedaba me acerque hasta el cuerpo de Alejo, le coloque la cabeza en mi regazo mientras con los dedos peinaba su cabello castaño. Siempre he sido una luchadora, pero incluso las fuertes luchadoras tienes sus malos momentos y este era el peor momento para mí, me sentía tan pequeña e insignificante, no importaban mis poderes que el cansancio me impedía usar, y tampoco ninguna profecía que no podría salvar y que solo me había causado problemas, cerré los ojos y espere el final.
Golpes amortiguados contra el suelo me hicieron abrir los ojos de nuevo, ante mí se postraban los quince hombre con una rodilla clavada en la moqueta, alce la cabeza y los mire desconcertada.
-Que tu chispa prenda con fuerza nueva señora, nuestro fuego te será fiel hasta tú final- sus voces monocordes me dejaron estupefacta y la solemnidad del juramento me bloqueo por completo.
En mi regazo los preciosos ojos naranjas de lo que sin poder evitarlo me había enamorado se abrieron y pestañearon.
-Esa eres tú- susurro su propietario temblando antes de caer en la inconsciencia.
¿Hablamos?
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