No iba a pasar todo el fin de semana sin mi libro, tenía las anotaciones en los márgenes y todo lo necesario para presentar mí parte del comentario. Afortunadamente había visto subir a Alejo en el autobús poco antes que yo, me gire para buscarlo cuando lo ví esperando en la puerta trasera del vehículo, antes de que pudiera entender lo que esperaba las puertas se abrieron ante el y de un salto las traspaso llevándose mi libro con él, no lo pensé dos veces, en realidad no lo pensé ni una, cogí mi mochila y corrí en su busca.
Cuando estaba en la acera me di cuenta de la gran tontería que acababa de hacer, en realidad no sabía en que parada estaba, y tampoco entendía porque el se había bajado allí cuando normalmente lo hacía en la misma que yo, pero eso no importaba, el caso es que estaba a un paseo de mi casa, sin paraguas, y sin rastro de Alejo, y como si de un autor romántico se tratase, la lluvia apremio su ritmo para demostrarme cuan solidarizada estaba la naturaleza con mis sentimientos. Fui resguardándome por donde pude, pero los truenos fueron demasiado, así que busque desesperadamente donde cobijarme, entonces la ví, la pequeña tienda que había captado mi atención, pero había algo diferente el ella, en seguida supe el que, el gran cartel amarillo que con esmerada caligrafía rezaba: INAUGURACIÓN. No pude resistirme y entre, resulto ser una tetería, pero no una cualquiera, en la parte del fondo, en perfecta armonía con los adornos de la pared, cuatro enormes estanterías se erguían totalmente abarrotadas de libros, era una de esos sitios en los que pides algo de beber, en este caso un té, y te permite coger el libro que quieras, era un lugar maravilloso.
Volvía al mundo cuando la mujer hecha de algodón de azúcar se acerco a mí.
-Hola bienvenida, ¿puedo ayudarte?- su voz era tan dulce como todo lo demás, si hubiese sido diabética habría necesitado insulina.
-No, si, he visto el cartel de la entrada- dije con voz temblorosa y sintiéndome idiota, ¿Quién no vería un cartel de casi dos metros?-
-Ah ya, ¿estas interesada?- a esta pregunta no sabía que responder, como podría interesarme un cartel de ese tipo.
-Si, claro- fue lo mejor que se me ocurrió.
-Pues tendrías que servir los tés y ayudar a los clientes con los libros- fue tras estas palabras cuando repare en el pequeño cartel verde que había pegado en el escaparate: Se busca trabajador/a.
Y así fue como sin darme cuenta, y sin saber muy bien como, acabe trabajando en la tetería-librería, seguía los pasos de mi madre y me rodeaba de hierbas. Yo en realidad no buscaba un trabajo, pero es que no podía pensar que existiera uno mejor que este, Clara, así se llamaba la dueña, me dijo que podía llevarme los deberes allí, tendría que ir de lunes a viernes a las cinco, para abrir a las seis, aunque ese día, por ser la inauguración estaba abierto de diez de la mañana a nueve de la noche, los sábados empezaría a las nueve de la mañana y saldría a las diez de la noche, y todo esto rodeada de libros, no puede existir nada mas maravilloso.
Cuando le conté a mi madre la noticia se quedo atónita, aunque le hizo mucha ilusión y no paraba de repetir lo bien que me vendría estar rodeada de gente. Así es como empezó mi inserción en el mundo laboral. Me fui a dormir muy temprano, pues quería estar bien despierta al día siguiente, deje la ropa preparada, unos vaquero y una sudadera, y me metí en la cama, aunque los nervios apenas me dejaban dormir.
Traspase la gran puerta de madera que flanqueaba la entrada de O’Stravangaza, así se llamaba la tetería, con mi mejor sonrisa en los labios, eran las nueve de la mañana y seguía lloviendo.
-Buenos días cielo- Clara me saludo de forma amigable, pero me dio la impresión de que había olvidado mi nombre.
-Buenos días Clara- puede oír de fondo una música que me resultaba familiar, violines, timbales, gaita, estaba segura de lo que era, y el disco compartía el nombre con el local, una mezcla de la fantasía de Vivaldi y música celta de Irlanda, la música provenía de la habitación del fondo por donde había aparecido Clara la primera vez.
-Espero que te hayas traído algo que hacer, esto esta muerto- su cara se tiño de tristeza.
-Si- respondí mostrándole el libro que no era mío, pero con el que tendría que arreglármelas para hacer el trabajo de literatura.
-Umm Shakespeare, mi hijo esta leyendo ese mismo- a la vez que las palabras salían danzando de sus carnoso labios la blanca puerta tras de nosotras se abrió, saliendo de ella un joven muy atractivo, cabello castaño, mirada llameante, con ojos naranjas intensos.- Y hablando de él, aquí esta mi pequeño diablillo- el aludido dejo escapar un gruñido, y a mí me supuso un enorme esfuerzo el no reírme.
-¿Qué haces tu aquí?- intento suavizar el tono después de su muestra de mal humor, pero apenas lo consiguió.
-Como que qué hace ella aquí, es una falta de educación hablar de ese modo a una señorita, jovencito, y ¿os conocéis?-
-Si, nos conocemos, ella es mi compañera de mesa en el instituto, y- añadió dirigiéndose a mí- no quería ser descortés, simplemente me sorprendiste.
-Pues que no te sorprenda tanto- interrumpió Clara con voz cantarina antes de que yo pudiese contestar- porque ahora Nalhué trabaja aquí.- Así que no había olvidado mi nombre.
Alejo se quedo observando el libro que tenía en la mano y antes de que pudiese decir nada me adelante. -En literatura debimos confundir los libros, porque este es el tuyo-
-Si, tengo el tuyo en la parte de atrás ahora mismo te lo traigo- señalo en la dirección por donde había venido.
-O mejor- su madre propuso- ella tiene que dejar su abrigo y sus cosas allí, además que tendrá que saber donde esta todo, que te acompañe y así le hace una visita guiada.- Inmediatamente estuvo de acuerdo, y así comenzó mi aventura en el emocionante mundo de los libros bañados por infusiones.
Tal y como Clara había predicho la mañana fue un remanso de paz, nadie entraba a la tetería, algo que en parte era normal a esas horas, así que me pase las horas con los ojos fijos en Shakespeare, mientras la música amortiguada se filtraba por la puerta blanca que había tras de mí.
A la hora del almuerzo me dirigía a casa cuando mi nueva jefa me propuso que fuese a comer con ellos por ser el primer día, tras negativas educadas por mi parte, y peticiones perseverantes por la suya, al final acepte la invitación.
A poca distancia del local había un restaurante chico, y las dos pusimos rumbo a este, yo me preguntaba por Alejo, cuando su madre, como si me hubiese leído el pensamiento hablo:
-Alejo nos acompañara en seguida, creo que tenía algo pendiente que hacer- yo simplemente asentí.
-¿Has avisado a tu madre de que no vas a comer a tu casa?- ¡Mi madre!, estaba tan avergonzada de la situación de tener que comer con ellos que no me había acordado de llamarla, así que negué con la cabeza.
-Todos los jóvenes sois iguales- río de esa forma suya tan dulce -¿Tienes móvil?- volví a negar. -Pues vuelve a la tetería y llama desde el fijo, no necesitas llaves, Alejo sigue allí- esta vez asentí, y dándome cuenta de lo tonta que debería parecer por haber tenido una conversación basada en movimientos de cabeza, salí corriendo sobre nuestros pasos.
Al llegar de nuevo al local un tipo salía de este, no me fije en sus rasgos, pues lo único que pude ver de el fue su pecho, y muy de cerca, ya que mi habitual habilidad para caerme me hizo ir a dar contra el. El tipo ni se inmuto y siguió su camino, yo pude atrapar la puerta antes de que la soltase, y entre de forma cautelosa, aun avergonzada por mi reciente tropiezo. Alejo estaba echado sobre el mostrador, con los hombros rígidos y las cabeza gacha, en su mano derecha contra el cristal en el que se apoyaba tenía un papel arrugado, el cual sin previó aviso rompió en llamas, levanto la cabeza y me miro, automáticamente el fuego que segundos antes lamía su mano desapareció.
-Nalhué, ¿qué haces aquí, y mi madre?- algo en mi interior me gritaba que no debería haber visto eso, así que intente disimular, y recordar porque estaba de vuelta.
-No avise a mi madre de que comería con vosotros, así que volví para utilizar el teléfono, tu madre ya debe estar en el restaurante.- sonreí lo mejor que pude, y me di cuenta de que hacer como si no lo hubiese visto sería demasiado fingir, puesto que las cenizas aun descansaba sobre el cristal transparente, así que un arrebato de genialidad salido de no se muy bien donde improvise -Alejo no deberías jugar con cerillas, yo una vez estuve cerca de quemar toda la casa.- su cara se quedo blanca durante unos segundos, y tras estos una sonrisa apareció en las comisuras de sus labios.
-Cerillas, tienes razón, es que no quería que mi madre viera esto, se preocupa demasiado, ya sabes como son ellas.
-Si, tienes ese defecto que también es su mayor virtud- quizás había acertado y solo fuesen cerillas, ¿Qué iba a ser si no?, ya volvía ha desvariar.
-Bueno, me muero de hambre, llama a Adriana y vamos a por esos tallarines.- su cara volvía a tener el mismo color de siempre, y mis tripas rugieron al pensar en la comida.
¿Hablamos?
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ay k ver k coincidencia jejejeje esto se va poniendo cada vez mas interesante y con lo del fuego me as dejado flipando xDD bueno un beso y espero el siguiente xaoo
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