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martes, 16 de febrero de 2010

Capitulo 25: Lenguas azules.

Chicas siento los retrasos y demás, pero estoy con examenes y tengo la cabeza un poco en todas partes y al final pues no doy para todo. En un tiempecito dejare parado los personajes, pero luego seguire y no voy a dejar de públicar capitulos. Deciros tambien que ha esto ya le queda poco, son treinta y un capitulos más el epilogo así que imaginat. Agradeceros tambien a todas, y si hay algun chico tambien a el, las que seguis mi historia, es un placer llevaros de compañeras en este viaje y espero que tambien lo sea para vosotros. Un beso grandote
Arae


Jadeante y agotada me deje caer en el suelo aun asida por las dos chicas que me habían estado sujetado durante la supuesta ducha, porque me habían lavado igual que aún coche. El agua fría se proyectaba sobre mi piel con punzadas de dolor, me castañeaban los dientes mientras la tercera de las demonio me frotaba con una esponja como quien limpia los cristales, pero no me queje, porque a fin de cuentas no serviría de nada.
Tras la ducha me rizaron el pelo, con lo que hicieron un increíble trabajo la verdad, marcaron cada rizo con un gran cuidado, haciéndolos perfectos y definidos, por lo que aunque el pelo me había clareado bastante durante este extraño periodo además ahora parecía mas claro aun, casi rubio dorado. También me maquillaron, aplicándome potingues y cosas que no había viso en mi vida, si querían hacer que alguien pensara que todo esto era por decisión mía se equivocaron con este paso. Para vestirme me dieron un precioso vestido de corte a media pierna, que marcaba la cintura y el pecho y se ataba en el cuello, pero ahora gracias a todos ellos odiaba el color, era violeta.
Después de todo esto me arrastraron a la habitación de nuevo. Alguien la había limpiado y ventilado en nuestra ausencia. Yo me prepare psicológicamente para que me ataran de nuevo a la cama, pero en lugar de eso me llevaron hacia la mesa con dos sillas que había en un extremo de la estancia. Me sentaron allí y allí permanecí. Los minutos se desperezaban lentos y distantes y yo estaba tan nerviosa que si hubiese tenido fuerzas estaría saltando. Los murmullos se la habitación paralela me estaban trastornando, podía sentir claramente que Alejo estaba al otro lado y eso impacientaba aun más. Mi atención se centro en escuchar ellos murmullos e intentar averiguar algo de ellos, empezó entonces a escucharse claramente lo que decían.
-Es tu obligación y debes cumplirla no me vengas con gilipoyeces Alejo.-
-Usenko, no lo voy a hacer, es mi última palabra.-
-Sabes que a mi tu palabra me importa poco. Y ¿Qué es eso de llamarme por mi nombre?- estaba realmente enfadad.
-No pienso llamar padre a alguien como tú, se de que pasta estas echo y no quiero se igual.-
-Puedes ser como quieras, incluso si no quieres admitir que soy tu padre es cosa tuya, pero ante todo eres un demonio y como tal estas a mis ordenes, además se me ocurren buenas formas para convencerte. Chicas- la última palabra sonó como si hubiese pegado la cabeza al altavoz de una ambulancia.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había estado usando mis extraños y difícilmente controlables poderes. La ducha debía de a ver limpiado de mi los polvos que Usenko había estado espolvoreándome todos los días. A su llamada las demonios se hicieron levantarme, esta vez no me sujetaron por lo que yo trastabillaba torpemente con las sandalias de tacón negras que me habían puesto. Sin estar tan débil me habría caído con ellas así que estas condiciones no podía ser menos. La puerta se abrió cuando yo me arroje sobre ella y caí de rodillas en la alfombra de la habitación contigua. Alejo se precipito rápidamente a recogerme del suelo y sentarme a su lado. Mientras miraba la cara del cerdo sentado frente a mi me contenía para no hacerlo desaparecer, pero no era el momento, estábamos completamente rodeados de sus hombres y nos matarían sin pensarlo.
-Bueno aquí esta la florecílla, y claramente es malva- se río de su estúpida broma.- bueno las cosas están así guapa, o Alejo acepta ser el padre de tus hijos, o busco a alguien que te los haga, y te aseguro que no faltan candidatos.- me estremecí de asco al escucharlo hablar. -Yo se que tu preferirías que fuera él, por todo esa historia del amor y demás, pero si el no quiere tendré que tomar medidas- no sabía que hacer, tenía cada vez mas ganas de hacer que ardiera en llamas o algo por el estilo, pero seguía sin ser el momento, mis divagaciones se rompieron cuando la voz en grito de Alejo las interrumpió.
-!Jamás, ¿me has oído bien?, jamás?.-
-Muy bien hijo, no me dejas otra opción.- los guardias que hasta ese momento habían permanecido tan exánimes que parecían estatuas cobraron vida y lo cogieron arrastrándolo hacía atrás. Usenko me arrastro de nuevo a la habitación y despachando a las demonio me arrojo sobre la cama. Asco era todo lo que sentía disipando incluso el miedo á que le pasase algo a Alejo. La piel me picaba revelándose contra el contacto indeseado que sin lugar a dudas iba a sufrir en breve mientras veía a mi captor desabrocharse la camisa. Había estado tanto días encadenada a esa cama que me costo recordar que ahora era libre. En cuanto fui consciente de ello me levante y huí. El me persiguió por la estancia, su frente perlada de sudor provocaba arcadas en mi estomago, intente abrir la puerta de la habitación para huir, golpeé la fuerte madera con ambos puños porque no era capaz de pensar nada mejor. Sentí su aliento en la nuca y sus ojos recorriendo las curvas de mi cuerpo, me gire rápidamente para poder defenderme, pero me había acorralado contra la puerta. Su blanca sonrisa me recordaba a un lobo hambriento, con las sudorosas manos busco mi cintura, pero en el momento en el que me toco llamas azules comenzaron a deslizarse por mi cuerpo, pasando al suyo, lamiendo cada parte de su piel, consumiéndolo en el fuego de mi odio y convirtiendo en un montón de pálidas cenizas a mis pies.
Salí corriendo de la asquerosa habitación cuyo olor a muerte me retorcía las tripas. Nada más entrar en la otra estancia todo el mundo se paro de lo que estaba haciendo y las miradas se posaron en mí. Alejo colgaba inconsciente de los brazos de uno de los bárbaros que me habían custodiado.
-¡Arded!- grite dejando claro con mis pensamientos a quien iba dirigida esta orden. Sin más todos los que se encontraban en la habitación fueron sustituidos por grupos de cenizas, en uno de estos cayó el joven demonio aun sin conocimiento.

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