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lunes, 8 de febrero de 2010

Capitulo 22: Inevitablemente impresionada.

Los sueños que ocuparon mi noche no tenían nada que ver con los oscuros borrones que habían sido, en estos cedía a mis instintos más salvajes, y estaba segura de a ver gritado el nombre de Alejo en mas de una ocasión. Cuando abrí los ojos su sonrisa confirmo mis sospechas. Estaba tumbado a mi lado, con el codo apoyado en la almohada y la cabeza en la mano, sus inquietantes ojos naranjas no perdían detalle de mis movimientos.
-Parece que no eres tan buena como aparentas.- dijo en cuanto se dio cuenta de que estaba despierta.
-No- mi repuesta fue breve, porque a continuación y con una rapidez que no había experimentado antes, lo empuje haciendo que se tumbara en la cama y me puse a horcadas sobre el.
-Cuando quieras te lo demuestro- le susurre en el oído en una actitud muy poco propia de mí, pero que mas me daba.
Su respuesta no fue la que esperaba, y tampoco la que esperaba el. Prácticamente de forma automática note como la presión bajo mi entrepierna aumentaba. Nunca antes había estado tan cerca de un chico, y no puede contener una tremenda carcajada, me deje caer a su lado sujetándome la barriga.
-Deja de reírte de mi- me regañaba Alejo mientras me hacía cosquillas, yo rodee su cadera con mis piernas; se acerco para besarme cuando la puerta que venía del dormitorio se abrió y una somnolienta Clara apareció por ella. Inmediatamente solté a Alejo y me levante de la cama. La afra ni nos miro en su trayecto hacia el baño, pero aun así yo puse rumbo a la cocina. Antes de llegar Alejo me cogió por la cintura y como si fuese una delicada hoja me dejo sobre la encimera.
-¿Qué quieres para desayunar?- pregunto con su mejor sonrisa temiendo que mi buen estado de humor se hubiese esfumado. En lugar de responder le conteste con otra pregunta.
-¿ Y esa demostración de fuerza?-
-Es algo normal en mi especie- me respondió mientras apretaba los puños para marcar sus músculos- y a lo que iba ¿Qué quieres para desayunar?-
-¿Qué puedes preparar sin envenenarme?- su cara se transformó en una mascara de seriedad.
-Discúlpeme señorita, pero soy un experto cocinero.-
-Alejo lo tuyo es el fuego, no los fogones- le corto su madre que volvía del baño - y Nalhué si quieres un consejo no te arriesgues con algo más haya de unos cereales.- la risa que salio de mi garganta en respuesta se escucho en todo el bloque de pisos, mientras Alejo se ponía cada vez más, y más rojo.
Conseguí sofocar mis carcajadas para tragar, no sin esfuerzo, los cereales que finalmente yo misma me prepare. Clara y mi madre habían salido para intentar averiguar que había ocurrido con las afras después de nuestro encuentro, Alejo se había empeñado en acompañarlas, así que después de cerrar el sofá cama los tres se habían marchado.

Me senté en el sofá y me quede mirando fijamente hacía ningún sitio. No tenía ningún libro a mano y apenas entendía lo que decían en la televisión, así que no tenía nada mejor que hacer. Ante mis ojos aburridos empezaron a aparecer líneas y puntos que se mezclaron para formar imágenes, delineando unos profundos y bellos ojos azules que tan bien había llegado a conocer en los últimos meses, acompañados por unos carnosos y rosados labios.
-Luís- suspire mientras retiraba la mirada de la garra de agua que había estado mirando y donde había aparecido mi amigo. Realmente le extrañaba, el resulto ser la única parte normal en mi extraña existencia, supuse entonces que la añoranza había activado uno de mis dones y por eso lo había visto en la visión, el sonido del timbre interrumpió mis resoluciones.
Me arrastre hacía la puerta y cometí la idiotez de abrirla sin preguntar quien era, aunque tampoco importo. La puerta de madera fue sustituida por los conocidos rasgos que había observado un rato antes en el agua.
-Luís- dije sin aliento irremediablemente impresionada por la inesperada visita.
-Te he echado de menos pequeña- me dijo justo antes de abrazarme, yo le devolví el abrazo desprendiéndome de toda la añoranza que me había invadido segundos antes.
-¿Qué hace este aquí?- la voz envenenad de Alejo me sobresalto entre los brazos de mi reencontrado amigo.

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