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miércoles, 10 de febrero de 2010

Capitulo 23: Primer Encuentro

-Alejo, yo, pues no se que hace aquí- los dos miramos instintivamente a Luís.
-He venido a protegerte- todo era cada vez más raro.
-¿A protegerme, pero tu, comó tu?-
-¿Desde cuando eres de confianza? Estoy seguro que estas aquí por tu madre- las acusaciones de Alejo me estaban atontando más aun, no entendía de que narices estaban hablando estos dos.
-Yo no he venido por mi madre, aunque no se si se puede decir lo mismo de ti y tu padre, me han informado de tu misión, y veo que casi la has conseguido.-
-Mira gilipollas métete en tu asuntos-
-¿A quien llamas gilipollas, idiota?- la cosa se estaba calentando y cuando me fui a dar cuenta estaban peleándose.
-¡Quietos!- ordene intentando utilizar la sumisión, el resultado fue inmejorable, ambos se quedaron congelado con el puño de Alejo a pocos centímetros de la nariz de Luís.
Me tome mi tiempo para inspirar y espirar, soltar los músculos y suspirar antes de volver a prestarle atención a los chicos que seguían en las misma posición. -Bueno ahora os dejarle volver a moveros, pero no quiero más escenitas ni tonterías o yo misma me encargare de churrascaros a ambos ¿entendido?- evidentemente no conseguí ninguna respuesta de los rostros petrificados a los que me estaba dirigiendo, pero sabía que me estaban escuchando.
Normalmente les habría ordenado que volvieran a moverse o algo por el estilo, pero por puro instinto hice un pase con la mano delante, de forma automática ambos volvieron a moverse.
Sus quejas y discusiones afloraron al instante, pero antes de que dijeran nada les corte.
-¡Silencio! Aquí solo hablo yo- los dos me miraron con los ojos como platos, pero no dijeron nada más. -Ahora vamos a entrar, sentarnos y discutir esto como personas, demonios, o lo que sea cada uno.-
Ambos desfilaron delante mía entrando en el apartamento, mientras Alejo refunfuñaba sobre porque tenía que dejar a Luís entrar en su casa.
-Vale, ahora ¿Qué es todo eso de tu madre?-
-Bueno antes de nada, yo he venido a decirte que Alejo es un demonio y tenia como misión conquistarte para que accedas a convertirte en su pareja y así concebir un demonio que sea capaz de reproducirse sin las afras, porque tu eres la anunciada en la profecía, aunque claro tu no sabes lo que es una afra y los demonios tampoco son lo que piensas, pues buena una afra…-
-Luís,-le corte antes de que me hiciera un resumen de todo lo que había descubierto en los últimos meses- ya se todo eso, se lo que es una afra y un demonio, se lo de la misión de Alejo y se lo de la profecía, lo que no se es que haces tu aquí y que es la historia esa de tu madre.-
-Su madre es Aspir- atajo Alejo.
-¡¿Qué?!- no era capaz de salir de mi asombro.
-Y estoy seguro de que el tenía la misma misión que yo pero para las afras- la acusación de Alejo me hizo mucho daño.
-¡Estas loco!- le grite sin poder contenerme - lleva en mi clase todo la vida, nadie puede ser tan retorcido como para preparar un plan a tan largo plazo, y además ni siquiera Aspir sabía quien era yo ¿Verdad Luís?- los preciosos ojos azules de este encontraron en suelo como punto de apoyo, como única respuesta. La desesperación me embargo de pies a cabeza y me deje caer en el sofá mientras las lagrimas corrían por mis mejillas a causa de la impotencia.
-Nalhué, lo siento tanto, te juro que no sabía nada del plan de mi madre hasta, bueno hasta aquel día en que me dijiste que querías estar sola, ese mismo día mi madre me llamó, llevaba mucho tiempo sin verla, sus visitas siempre han sido ocasionales y en ellas me hablaba de mi condición de afra y de lo diferente que era por ser un chico, hasta ese día siempre me había dicho que nunca podría tener descendencia, pero ese día me contó quien eras tu y lo que eso conllevaba. Como sabía lo que yo sentía por ti me dijo que te conquistase, así tendría a la mujer que amaba, la posibilidad de tener descendencia y gran poder dentro de nuestra comunidad, pero te juro Nalhué que yo me negué. Luego para provocarme ella me contó lo que estaba haciendo Alejo, no quería decir nada a tu madre porque sabía que esto iría en contra de sus intereses. Con el tiempo Alejo desapareció así que no me preocupe más por el tema y seguí me vida con mis tutores, pero luego desapareciste tú y me desespere, hice algo que nunca había hecho antes, recurrir a mi padre demonio, o más bien intentar averiguar quien era, pero no tuve suerte. Finalmente conseguí averiguar que Alejo tenía este apartamento y como no tenía otra pista me vine para aquí.-
Yo no me moví de mi posición me limite a taparme la cara con las manos.
-¿Pero como podía saber Aspir que yo era la chica de la profecía, es más como podíais todos saber que era una chica?- murmuré con mi voz cascada. La reacción de los dos fue idéntica, su atención se clavo en mi incapaces de encontrar respuesta para mi segunda pregunta, pregunta que al parecer nadie se había planteado hasta el momento, por su parte Luís respondió a la primera.
-Seguramente tuvo una visión- la sorpresa no fue suficiente para hacerme cambiar de postura, estaba demasiado cansada de todo.
-¿Tiene visiones?- pregunto Alejo.
-Por eso es la Sacerdotisa- le contestó el afra dando a entender que era evidente.-Pero seguro que no se lo dijo a nadie porque no le interesaba tener a nadie en su camino.- esta vez se dirigió a mí, pero yo seguí sin mirarlo.
-¿Y mi otra pregunta?- en esta ocasión nadie me contesto. Me levante y me fui al dormitorio cerrando la puerta a mis espaldas. Desde el salón me llegaban las voces apagadas de lo chicos que discutían en susurros, podría haber utilizado mi oído para saber lo que decían, pero realmente no me interesaba. A los pocos minutos los murmullos se apagaron y la puerta de la calle se abrió para cerrarse de nuevo.
Las lágrimas y el silencioso llanto fueron sustituidos por el sopor y un pesado sueño.
Un olor almizclado me llego haciéndome volver a la realidad. Por la ventana entraba la luz de la farolas en la noche, por lo que supe que había dormido horas. En la oscura habitación una luz naranja flotaba, bajo ésta Alejo me observaba sentado en un sillón.
-Estoy tan cansada de esto- musite con la cabeza en la almohada -tan cansada de que nada sea lo que parece y de que todos tenga secretos escondidos, tan cansada de que nadie me diga la verdad, harta de que todos sepan más sobre mi misma que yo.-
Alejo asentía desde el sillón mientras removía sus cabellos castaños con la mano.
Cegada por la locura salí corriendo de la habitación y del apartamento. Corrí por las calles vacías de Italia, corrí hasta agotarme, hasta no sentir las piernas, hasta perder la conciencia del espació y del tiempo, y finalmente agotada y perdida me deje caer en un banco con los susurros de la oscuridad a mi alrededor. El calor que inundaba mi cuerpo a causa del ejercicio fue desapareciendo poco a poco, dejándome sudada y expuesta a la temperatura de la noche que era extrañamente fría. El viento laceraba mis brazos al descubierto erizándome la piel. Me sentía distante y mareada, me arrepentía cada instante más de la tontería que acababa de hacer y ya que no tenía, al menos que yo supiese, ningún poder que me ayudase a orientarme, confiaba en que alguien viniese a rescatarme de mi propia estupidez.
Cerré los ojos para ahuyentar el cansancio, deje caer la cabeza hacía atrás y me perdí en los pocos recuerdos que aun conservaba de mi extraña infancia. Percibí el agradable olor que Alejo desprendía y me recree en lo que este me transmitía, sin abrir los ojos note como se acercaba a mí, como el calor de su cuerpo inundaba el mío a cada paso que daba, su mano toco mi rostro y me rozo los labios, finalmente la apretó con fuerza contra mi boca impidiéndome casi respirar. Extrañada y desconcertada a partes iguales abrí los ojos para toparme con una intensa mirada de color naranja que desprendía avaricia y frialdad, los rasgos que la acompañaban me eran totalmente conocidos, el pelo castaño, los labios carnosos, pero los años había pasado por esto dejando algunas canas y borrando la perfecta sonrisa. Acababa de conocer de primera mano al Señor Onetti, y no me alegraba en absoluto de ello.

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