CONTACTAR CONMIGO

entre_aguayfuego@hotmail.com
Entre agua y fuego esta inscrito en el registro de la propiedad intelectual de Granada con el expediente GR-565-09.

domingo, 14 de febrero de 2010

Capitulo 24: Cautiva.

Un miedo que no había conocido hasta ese momento me invadió al encontrarme entre las manos del hombre, o mejor dicho demonio, que mato a mi padre. Como algo que no podía dominar las lagrimas saltaron de mi ojos y rectaron por las mejillas hasta las manos de mi raptor.
-Tranquila pequeña- su voz se parecía tanto a la de Alejo que comencé a temblar- no te haré daño, al menos hasta que consiga de ti lo que quiero.- la risa que salio de su garganta resonó en mis oídos dejándome la certeza de que la oiría muchas noches en mis pesadillas.
De lo que ocurrió después apenas si me entere de nada, el miedo se oprimía en mi garganta mientras ese ser se regocijaba en su triunfo, los miembros de su grupo, porque alguien como el nunca iría solo, se movía de un lado a otro como eficientes hormiguitas cumpliendo ordenes exactas. Ninguno de los poderes que había descubierto en mi servia por más que lo intentase y la desesperación que me producía cada intento fallido se acumulaba haciendo más difícil el controlarlos. Me encontraba atada y amordazada contra el mismo banco donde me había dejado capturar, la frustración me inundaba de pies a cabeza y la estridente voz de aquel maldito tipo me daba dolor de cabeza, en un principio me había parecido igual que la de su hijo, pero me equivocaba, le faltaba la ternura y la alegría que la suya desprendía.
-No quiero tonterías, debemos llevar a la chica al hotel y cuidar de que no se escape. Mi hijo no es problema, en cuanto sepa que la tenemos vendrá a buscarla como una llamita apagada.- todos asintieron ante la orden de su jefe y se pusieron en marcha. Dos tipos me agarraron cada uno de un brazo, yo forcejeé al principio, provocando el enfado de uno de mis opresores que en un arrebato de furia hizo aparecer una llama naranja en la palma de su mano. Su amenaza no me asusto para nada, pero en la llama pude ver la imagen de Alejo llegando a donde nos encontrábamos, sabía que no tardaría mucho y no podía permitir que lo atrapasen también a el, me tragué el orgullo y me deje llevar. Cuando afloje por completo la resistencia de mi lucha las llamas nos lamieron las piernas si llegar a tocarnos, en apenas unos segundos todo lo que me había rodeado se esfumo dejando a su paso un intenso fuego naranja.
El mobiliario de un hotel apareció ante mes ojos, aunque más propio sería decir que nosotros aparecimos en el centro de la habitación. Mis opresores me arrojaron a la cama y me ataron a esta mientras el líder me espolvoreaba unos polvos que me hicieron estornudar.
-Esto hará que no queme las cuerda o utilice cualquiera de sus poderes para escapar.-
-Pero señor- protesto uno de los que me habían sujetado y que tenía pinta de pensar con los músculos que no le faltaban -si es un simple niña aunque se la profetizada no es ni un demonio ni una afra completa.-
-Estúpido por eso mismo, no entiendes que no conocemos de lo que es capaz ni los poderes que esconde. Para vencer a tus enemigos tienes que anticiparte a ellos.- su vasallo escarmentado bajo la cabeza y acompañado por su compañero abandonaron la habitación en pos del resto de los miembros del grupo, dejándome a solas con el Señor Onetti, del cual desconocía su nombre.
-Al parecer mi hijo al fin cumplió la misión que le encomendé, ya era hora ¿Sabes la de tiempo que lleva buscándote?. Y el muy imbécil lo deja todo por ti después de tanto trabajo. En eso se parece a su madre, te lo aseguro. Pero bueno, el caso es que el trabajo esta hecho, tu estas aquí y él lo estará pronto, entonces hará lo que debe, o si no será peor para ti.- la risa sustituyo las palabras de su garganta haciendo que me estremeciera, deseando por igual que Alejo me rescatara y que se alejara no mas posible de este monstruoso ser, aunque fuese su propio padre.
Tras este primer encuentro sus visitas fueron continuas y cada vez mas desagradables. Mi cuerpo no soportaba la postura en la que llevaba atado una semana completa, con breves excursiones al baño, de las cuales al volver el dolor que me invadía se amplía al ver la cama. En ese periodo de tiempo apenas había bebido, y mucho menos comido, me sentía desfallecer con cada movimiento que realizaba y el sudor perlaba mi frete y recorría mi espalda. Era este mismo sudor el que había estado empapando durante este tiempo, provocando que hasta a mi misma me diesen arcadas mi propio olor corporal. Lloraba y pataleaba dentro de mí, pero nunca lo hice en su presencia, era consciente de lo mucho que disfrutara ese maldito canalla de mi sufrimiento, por lo que apretaba los labios aguantando los calambres que me sacudían y maldecía en silencio.
La única presencia que veía aparte del tipo ese era la de sus perros de pelea, es decir los dos musculitos que me habían arrastrado hasta allí. Ese cambió fue el que el octavo día de mi cautiverio hizo que me sin poder evitarlo un nudo se aferrase a mi estomago. Un nudo que aumente cuando en las tres chicas que entraron percibí de forma sutil el inconfundible aroma de Alejo, estaba totalmente segura de que era de el porque estaba mezclado con un pequeño toque a algodón de azúcar, no había duda. Las jóvenes sonreían y reían como locas al señor Onetti que las acompañaba. En cuanto estuvieron suficientemente cerca para verme y antes de que lo hicieran cerré los ojos y me hice la dormida.
-Joo Señor, ¿no podemos dejarla así?- escuche la lastimera petición sin saber si eso era bueno o malo para mi.
-No Susana-río el aludido- por muy destrozada o por muy mal que huela- su cara de asco se noto en la voz- Alejo la ama y eso no lo cambiara.
-Pero será más fácil para nosotras- intervino otra provocando que las otras riesen.
-Bueno chicas cambiemos de tema- se acerco hasta la cama y me tiro de un pie- Despierta bella durmiente, te he traído una sorpresa- abrí los ojos con pereza y encontré a los cuatro a los pies de la cama mirándome, todos con asco, pero el de ellas era diferente, los celos se pintaban en sus rostros, que la verdad eran bastante bellos.
-Estas son las tres únicas demonios vivas, eran cuatro hasta que tu madre atravesó a la mayor. Están aquí para asearte y adecentarte un poco.- no me lo podía creer, pero había sido lo suficientemente amable como para no hacerme pasar por el mal trago de ser lavada por los brutos que solían velarme.
Sin más palabras él se fue y me dejo con en las manos de las tres chicas. Se acercaron a la cama y me fueron desatando sin ningún cuidado, las marcas en carne viva que me había hecho las cuerdas al intentar moverme me escocían a más no poder y las lágrimas amenazaban mis ojos.
Apoyada en los hombros de la que al parece era Susana y una tal Marina, que había sido la segunda que había hablado, me llevaron hasta el baño. Sin ningún tipo de sutilizas me arrancaron la ropa que estaba asquerosa y me empujaron al plato ducha. El agua fría me espabilo y aclaro mis idas, algo que debía haber sido evidente me azoto en este momento como un látigo de siete puntas: Alejo había venido a búscame, ahora los dos estábamos perdidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La muerte de la virgen (Il Caravaggio)

La muerte de la virgen (Il Caravaggio)