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sábado, 9 de enero de 2010

Capitulo 14: Ofensa de sangre.

Sus visitas se hicieron comunes, por las noches aparecía en mi habitación después de la cena si estaba mi madre, o para cenar conmigo si estaba sola, hablábamos de cosas triviales, libros, música, etc. En algunas ocasiones mi interior se agitaba y lo veía brillar con esa luz roja, y a veces cuando caminaba por la calle algo se prendía dentro de mí, y algunos de los transeúntes emitían estos destellos, todos diferentes y de distinta intensidad, pero siempre en tonos calidos, en estas ocasiones optaba por no mirar. Pensé varias veces en preguntarle a Alejo, sabía a ciencia cierto que el no era normal y que seguramente podía explicarme que me pasaba, pero yo tenía miedo de decir cualquier cosa que pudiese molestarle, temía de veras que volviese a desaparecer.
Una noche de marzo descansaba en mi cama, estaba tumbada atravesada mirando la venta abierta, sabía que el vendría, lo había hecho todas la noches durante el último mes. Apoye la cabeza en mis brazos doblados y cerré los ojos, poco después note que me acariciaban el pelo, me gire con cuidado, sus ojos naranjas me miraban directamente, le sonreí, pero el no me respondió.
-Hoy no me puedo quedar- me di cuenta de que iba mas arreglado que de costumbre, su cabellos castaño estaba cuidadosamente colocado hacía atrás, los vaqueros habían sido sustituidos por un pantalón negro, una camisa azul completaba su atuendo.
-Entiendo- le respondí, claro que entendía, el me había hablado de sus negocios, el salía, según el se reunía, con chicas, las cuales, se suponía, no tenía ningún interés para el, pero por no se que motivo tenía que hacerlo, cosas de su padre. Yo no me lo creía mucho, pero a fin de cuentas tampoco tenía derecho a decir nada, solo éramos amigos.
-No quería que te quedases esperándome-
-Vale, gracias por avisarme, que tengas suerte en tu cita- como siempre que algo me hacía enfadar mi ironía me tomaba ventaja.
-No es una cita,- aclaro con voz pausada, demasiado pausada -ya lo sabes, solo son negocios.-
Asentí y me volvía girar.
-Pues que te valla bien en tus negocios- su cara apareció en mi campo de visión y desprendía la lucecita roja, el interruptor se había encendido.
-Tu estas celosa- dijo con sonrisa triunfante.
-Olvídate de mi- ya se que no era la mejor respuesta, pero fue la única que puede pronunciar.
-Sabes, eres adorable-
- Y tú imbécil-
-Ya no eres tan adorable.- continuaba sonriendo y yo le saque la lengua como si tuviese seis años.-Por cierto, dice mi madre que no es necesario que el sábado vallas a trabajar- lo mire con los ojos como platos.
-¿Tu madre, es decir mi jefa, sabe que te cuelas por las noches en mi habitación?- era incapaz de creerlo.
-Si, yo no hago nada sin que lo sepa mi madre.- estupendo pensé.- Bueno, a lo que iba, ¿podríamos salir el sábado?- entonces lo supe, no es que Clara hubiese dicho que no tenía que ir, sino que el se lo había pedido. De todos modos asentí.
-Bueno pues me marcho ya- sin previo aviso acerco sus labios a los míos y cuando estaba segura de lo que iba a pasar beso mi frente. -cuando salgamos podías ponerte el vestido de la princesa Apan.- sus palabras se perdieron en el viento de la noche junto con su figura, la sangre que goteaba de mi nariz mancho la almohada, mientras yo no conseguía entender como lo sabía todo.
No conseguía dormirme, tras pasar varias noches acostándome tarde para conversar con mi visitante había cambiado mi rutina. Pensé en leer, pero ninguno de mis libros me llama especialmente, la televisión tampoco era una opción y aunque me lo platee, tampoco iba a llamar a Luís para que fuese mi segundo plato. Retome la idea de algo que hacía mucho tendría que haber hecho, me deslice a la plata baja y rebusque en el armario bajo la escalera.
Ahí estaba, una caja marrón, cerrada con cinta, en ella mi madre había archivado para siempre todos los trabajos de mi padre, todos sus proyectos. Con manos temblorosas por el peso la lleve hasta mi habitación, donde, envuelta por una nube de polvo comencé mi viaje al pasado.
Saque sus cuentos, su novela, Pisar mierda trae buena suerte, la cual había sido un autentico desastre, había fotos de amigos, de personas que supuse compañeros del trabajo, contratos de entregas. Empecé a leer sus historias, estaban ordenadas por fechas. Las lagrimas vencieron el la batalla cuando comencé a leer, pero combinadas con risas, tenía tantos recuerdos guardados entre esos párrafos; la mayoría de los cuentos fueron escritos para mí, para animarme a seguir adelante, o para cosas como enseñarme a no temer a la oscuridad, donde, según mi padre, se escondía el hada Humbra, la cual protegía mis sueños. Todos los cuentos eran muy variados, pero dejaban un rastro de hadas, princesas y por decirlo de algún modo, colores pastel. Pero llego un momento en el que estos cuentos se entremezclaban con algunos mas sangrientos, dragones, caballeros y grandes batallas, poco a poco personajes tenebrosos iban apareciendo con más frecuencia, es más, los últimos cuentos solo tenían estos personajes y estaba segura que yo no los había leído nunca, aun cuando en esa época creía leer todo lo que mi padre escribía.
La ventana se abrió sin previo aviso y el corazón se me atasco en la garganta. Alejo estaba sentado en el quicio de mi ventana y me sonreía abiertamente.
-Te asuste- un risa ahogada se escapo de sus labios.
-Si lo hiciste, ¿Qué haces aquí?-
-Ya termine- lo mire asombrada -Nalhué, son la cuatro de la mañana, pase por aquí y al ver tu luz encendida no pude resistirme a subir.-
No conseguía salir de mi asombro, llevaba horas leyendo y no me había dado cuenta.
-¿Qué has estado haciendo?- sus ojos inquisidores contemplaban la caja.
-Recordando el pasado- me pareció suficiente con esa información, sin mediar palabra el se acerco y me beso, pero por primera vez este fue un beso profundo, me estremecí de pies a cabeza y solo podía sentir el contacto de sus labios en los míos, calidos y dulce, mientras sus manos me sostenían en la curva de mi espalda y las rodillas me temblaban bajo el peso de mi cuerpo. El dulce sabor de su aliento paso a ser salado y un calor inesperado me desconcentro, me retire de Alejo para ver mi sangre en sus labios.
-Estas sangrado.-informo el de algo que era más que evidente.
-No importa- le sonreí- me pasa a menudo.-
-¿Cómo de a menudo?- su voz parecía cortar.
-Siempre que estas muy cerca.

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