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viernes, 25 de diciembre de 2009

Capitulo 9: Algodón de azúcar. CAPITULO EXTRA

NORMALMENTE PUBLICO CAPITULO MIERCOLES Y DOMINGOS, PERO HOY PUBLICO POR SER NAVIDAD Y PARA DESEAROS A TODOS ¡¡¡FELICES FIESTAS!!!

Volví al salón y me deje caer en el sofá junto a mi madre, con las ojos como platos y el estomago en la garganta, necesitaba que me contase lo que sabía, pero al parecer ella no tenía intenciones de hablar.
-¿Qué has averiguado?- mi voz sonó tan ansiosa que hasta yo me asuste, aunque no sirvió para perturbar su calma, se quito los zapatos, y subió los pies al sofá.
-Nada en concreto, aunque tengo una pista que seguir. ¿Sabes que he perdido mi clase de yoga para ir a esa tienda?- sus bonitos ojos verdes estaban fijos en mí, y su expresión no me daba una pista de lo que estaba pensando.
-Lo siento mamá, hubiese ido yo, si me lo hubieses dicho.- me sentía realmente mal, sabía lo importante que son sus clases para ella.
-No importa cielo,- hizo una pausa, y continuo - la encargada de la tienda de vestidos, me ha dicho que el pedido se hizo hace un par de meses, un hombre hizo una llamada, se puso de acuerdo con la modista en las telas y el precio, pero no apareció por la tienda, les mando un paquete con el boceto, el dinero y la dirección a la que debían mandarlo, así como la nota que llevaría dentro, la encargada no ha podido decirme nada mas, pero me ha proporcionado el remite del paquete que les enviaron, es de un bufete de abogado,- su voz cambió de tono, y noté que ya no me miraba, suspiro y siguió hablando -es el despacho Poquet- esto lo dejo todo claro, ellos habían llevado todos los asuntos de mi padre, desde el divorció, hasta su testamente, el cual había sido realizado como prevención.
-Mañana iré a ver a Linda, a ver que me puede decir de esto- Yo asentí y no proteste, ya que sabía, al igual que ella, lo que Linda le diría. Me recosté en su hombro, mientras recreaba en mi mente los rasgos de esa mujer, de pelo corto, y sonrisa amable, que tras la muerte de mi padre nos había visitado en varías ocasiones.
Cuando me di cuenta de que me había dormido serían las una y medía de la madrugada, me incorpore y mire a mi madre, la cual estaba inmersa en un sueño intranquilo, me fui a la cocina a buscar un vaso de agua, al regresar al salón ella ya había despertado, me sonrío y se dirigió escaleras arriba, yo apague la luz y la seguí. Al entrar en mi habitación un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, la ventana estaba abierta, corrí a cerrarla, me cambie rápidamente y me metí en la cama, las sabanas parecían calientes en contacto con mi helada piel.
La semana se esfumo como nunca lo había hecho, las miradas sorprendidas de mis profesores y compañeros desaparecieron, al parecer ya se habían acostumbrado a mi nueva personalidad, los días se sucedieron y mi madre fue retrasando la visita al bufete, al final llego el viernes y no había ido, esa tarde le dije no hacía falta que fuese, prefería olvidar el tema.
El sábado me despertó el sonido del teléfono, abrí los ojos de forma perezosa, los rizos de mi madre caían sobre mi, su melodiosa voz sonaba lejos.
-Acaba de despertarse- río de forma melodiosa y me dio el teléfono, yo lo cogí y volví a cerrar los ojos.
-¿Quién es?- la pregunta era una tontería, sabía perfectamente quien era, Luís era la única persona que me llamaba.
-Eres una dormilona,- lo hoy reír al otro lado del aparato.
-Aja- le dije sin ser capaz de que mis labios pronunciasen otra cosa, el volvió a reír.
-Al grano, esta tarde vamos a ir a dar una vuelta, ¿te quieres venir?- no me lo pensé dos veces.
-Claro, ¿dónde quedamos?- se quedo callado.
-¿y se paso a buscarte?- titubeo al decirlo, pero sonó claro -se donde vives, no supondría ningún problema.
-Vale-
-Genial, a las siete estaré allí, hasta luego-
-Adiós- su voz fue sustituida por el tono del teléfono.
Me levante de la cama medio dormida, y fui a desayunar. El día paso tranquilo, Adriana, que tenía un horario bastante raro en la herboristería, se fue sobre las dos al trabajo, me dejo algo del dinero sobre el televisor, para cuando saliese esa tarde. Yo pase el resto del día haciendo deberes, estaba ya harta del arte gótico cuando mire el reloj, eran las seis y media, busque algo que ponerme y me fui a la ducha. A las siete estaba lista, mire por la ventana esperando ver a Luís acercarse, pero me equivoque, sin embargo una gran moto descansaba en la acera de enfrente de mi casa, era la misma que una semana atrás había estado justo hay. Me quede embobada mirando a la gran bestia metálica, cuando el alarido el timbre retumbo en mis oídos, corrí escaleras abajo, arrastrando a mi paso una sudadera celeste, al abrir las puerta me encontré a Luís con su habitual sonrisa. La tarde transcurrió, como, según tenía entendido, era lo normal, nos encontramos con los demás en una plaza cercana a mi casa, fuimos al cine a ver una película de la cual no hay nada digno que comentar, paseamos por las abarrotadas calles, las chicas con las íbamos se paraban en todos los escaparates sin parar de cotorrear, mientras que los chicos le hacían tonterías para llamar su atención, y ellas reían de forma tonta, es decir, un cortejo de apareamiento adolescente en toda regla, !Que monos¡. Caminábamos a un ritmo lento, Luís se mantenía a mi lado, sin participar en los juegos del resto, algo que estoy seguro habría hecho si no fuese por mí, y, entonces la ví, sus colores brillantes, la perfecta armonía entre estos, preciosas vidrieras adornando las ventanas, un pequeño escaparate que apenas dejaba ver el interior, y sobre todo su tamaño, ese pequeño lugar que ocupaba rodeada de grandes edificios, era la tienda más bonita que he visto en mi vida, me sentía deseosa de entrar, y ni siquiera sabía lo que vendían, menuda locura. Me acerque al escaparate, y mire con cuidado lo poco que este dejaba ver, el suelo estaba cubierto de periódicos, las paredes, al parecer recién pintadas, adornadas con motivos florales de aspecto exótico, me sentía inevitablemente atraída por la esencia que el pequeño local desprendía, una mujer apareció entonces, por una pequeña puerta blanca colocada al fondo de la estancia, llevaba un peto de trabajo, el cabello rubio recogido en la nuca, tenía manchas por todos lados, estas eran del mismo color que los dibujos de la pared, me sonrío de forma dulce con una sonría que parecía nacerle de los ojos, tenía aspecto delicado, como hecha de algodón de azúcar.
Note una mano sobre el hombro y me gire, les sonreí a todos que me miraban como preocupados, y continuamos nuestro camino. Serían las once cuando decidí que ya era hora de volver a casa, los otros no parecían muy de acuerdo, pero aun así Luís me acompaño con una sonrisa. Nada más entrar a casa me catapulte hasta mi habitación, la ventana estaba abierta de nuevo, de modo que me acerque a cerrarla, cuando el sonido de un motor me hizo asomarme al exterior, la moto negra se deslizaba por el duro asfalto en dirección contraria a la que yo había seguido hacía apenas unos minutos.
A la mañana siguiente nadie me despertó. La noche anterior mi madre había llegado al poco rato de acostarme, entro en habitación con cautela, me beso en la mejillas y desapareció. Cuando estuve del todo despierta me arrastre escaleras abajo, Andriana estaba en la puerta discutiendo con alguien, me acerque y mire por encima de su hombro, no le conocía.
Aproveche el resto del día para estudiar un poco de todo, en las clases las bromas con Luís me hacían estar mas distraída que antes, y eso se traducía en mayor trabajo en casa, pero no me importaba.
Cuando empezó a oscurecer decidí que ya era suficiente, salí al pasillo y ví a mi madre delante del espejo de su habitación, me acerque a ella, estaba recogiéndose el pelo en un moño, y se había dado color en los ojos, iba a salir.

-¿Enserió que no te importa cielo?- era la quinta vez que repetía esa pregunta, estábamos frente a la puerta de la calle.
-Nunca me a molestado que salgas, ya lo sabes- esto tampoco era nada nuevo, no se porque se preocupaba.
-Es que no quiero dejarte sola- sonaba tan nerviosa que no pude evitar reírme.
Después de que le asegurara un millón y medió de ves más que estaba bien, se fue. Yo me deslice por el sofá del salón, y me escabullí debajo de una mantita, encendí la tele, al principio no encontré nada, pero finalmente un programa sobre mamíferos me llamo la atención, me relaje en mi improvisado trono mientras el mundo animal se mostraba ante mi en todo su esplendor, que sabia es la naturaleza, y que torpe el hombre.

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La muerte de la virgen (Il Caravaggio)

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