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domingo, 20 de diciembre de 2009

Capitulo 7: Renacer.

Me obligue a comer algo, porque aunque no me apeteciese era consciente de la falta que me hacía. Después de mi rápido desayuno me dirigí a la parte de atrás de la casa, donde me senté en las escaleras del porche, me recosté contra una columna y me estreché las piernas con los brazos, contra el pecho, apoyando la cabeza entre las rodillas, mientras intentaba darle un sentido a los últimos años de mi vida. A todos cuantos había intentado alejar para mantenerme a salvo, no quería que me volviesen a hacer daño, no soportaba la idea de perder a alguien más, pero sin necesidad de que eso volviese a ocurrir, sin que nadie a quien quisiese se hubiese ido para siempre, los fantasmas del pasado habían vuelto para torturarme, y demostrarme que no estaba segura en ningún lado, que el hecho de aislarme solo servía para hacerme más débil, y no para evitar el dolor.
Mi madre apareció en la puerta que venía de la cocina, se acerco con paso cauteloso y me sonrío se forma precavida, levante la mirada y le devolví la sonrisa, se sentó en el mismo escalón que yo, pero lejos de mí, dejando que sus ojos vagasen por el horizonte. Relaje mi posición, dejando caer las piernas y lo brazos, y me acerque a ella, haciendo que me rodease con los suyos, ya no recordaba lo reconfortante que resultaba un abrazo, había llegado el momento de cambiar mi forma de hacer las cosas, no sabía como resultaría, pero estaba dispuesta a intentarlo, en ese momento mi madre me beso en la mejilla, y esto reafirmo mi decisión.
Andrea me prometió que, a la mañana siguiente, se acercaría a la tienda de vestidos desde donde habían enviado el paquete, y que se encargaría de averiguar de donde había salido, yo se lo agradecí de corazón, mostrando un sentimiento que llevaba años ocultando, y que por fin aparecía en mi de forma natural, sin tener que controlarme.

La noche si que fue una autentica novedad, dormí sin que nada me perturbara mi descanso, sin sueños, es cierto, pero también sin oscuridad, no se si a causa del cansancio, pero fuera lo que fuese lo agradecí.
Me levante con fuerzas renovadas, me vestí cantando algo que en realidad ni sabía lo que era, no me recogí el pelo, así que me caía sobre los hombros, con mis rizos desechos dando vueltas de un sitio a otro. Salí por la puerta de mi casa regalando al mundo las sonrisas que llevaba años guardando, y no tenía miedo de nada ni nadie, porque por fin había comprendido, que yo debía escribir mi historia, y no quería que esta fuera una historia triste, así que había llegado el momento de cambiar el guión.
Me monte en el autobús, y ya que estaba cambiando no me senté en mi sitio, busque a Luís con la mirada, lo encontré en la parte trasera, y sin pensármelo dos veces fui a buscarlo.
-¿Esta libre?- se quedo pasmado, mirándome sin articular palabra. Antes de que fuese capaz de contestar me senté a su lado, sin que la sonrisa se borrara de mis labios, y el no me quito ojo de encima, al cabo de un par de minutos le oí decir algo.
-Hoy estas preciosa- la verdad es que un par de días atrás me habría molestado mucho, pero ahora no, supuse que la diferencia estaba en mi forma de ver las cosas, y eso se reflejaba fuera.
-Gracias- dije de forma sencilla pero sonora.
-Tu pelo es bonito, nunca te lo había visto suelto-
-Es normal- una risita salio desde lo mas hondo de mi ser,
-nunca lo he traído suelto- la verdad es que no me reconocía en esta extraña que hoy llevaba el rumbo de mí vida, pero me encantaba, porque por algún motivo era feliz, y ansiaba ir al instituto, ansiaba sentarme en mi sitio de siempre y poder contemplar a… mierda, no, claro que no era por él, era simple casualidad, yo no era así, y esta extraña tampoco, no había cambiado tanto, y no tenía intención de estropear esta felicidad que no sabía cuanto dudaría, volví a reír por mis tontas suposiciones.
-Tienes una risa preciosa, es muy cantarina- Luís estaba nervioso, y no era como la otra vez, no era desconcierto, si no otra cosa diferente, tampoco me importo.

Cuando llegamos al instituto me percate de que todos me miraban, me gustaba la felicidad que sentía, pero esta parte era bastante incomoda la verdad, aunque rápidamente me di cuenta que se debía por la novedad, tras seis años viéndome mirar al suelo con mala cara, ahora todo esto era un notición.
Llegue a mi aula y me relaje en mi asiento. Luís, que venia todo el camino a mi lado, dejo las cosas en su lugar y acudió en mi busca, yo le esperaba con una sonrisa, la misma de esta mañana, a la cual me aferraba con todas mis fuerzas, con pocas intenciones de dejarla escapar. Antes de que ninguno de los dos pudiese reaccionar el pupitre contiguo al mío se lleno de chicas perfumadas y bastante más arregladas de lo que solían ir.
-Ya hecho entrada el italianito- la rabia se detectaba en la voz de mi nuevo amigo, y si mi anterior yo se río con la situación este no podía ser menos.- Eh, no te rías- me regaño sin poder contener el mismo la suya.
-No lo puedo evitar, es gracioso ver a un macho dolido por haber perdido a parte de su manada- me costo horrores terminar la frase entre carcajada y carcajada, mientras él se ponía cada vez más serio. Se me quedo mirando con los labios apretados, entonces las lágrimas empezaron a derramarse por mi rostro a causa de la risa.
-Oh- gruño -es imposible enfadarse contigo cuando estas tan adorable al reírte- puso la que creí su mejor cara de desesperación. La verdad habría esperado cualquier otra cosa, así que volví a reírme, sin poder evitarlo al darme cuenta de que acababa de decirme que era adorable, todo esto si que era subrealista, pero también era estupendo.
Que mejor forma de empezar una mañana de lunes que con una clase de filosofía, Concha, la profesora, entró con su paso nervioso, la verdad es que era de los mejor del centro, totalmente decidida, tan segura de si misma, y esa forma suya de ser pura ironía. Estaba pensando en esto, cuando, la vuelta de todas las chicas a sus asientos, me dejó ver un cabello castaño que apenas me sonaba, Alejo, me miraba tras sus tupidas pestañas, y yo, en un acto que en la vida abría reconocido como mío, le saque la lengua, tras lo cual volví a mirar hacía delante, sin que ninguno de sus rasgos captase mi atención, no porque no fuese mas que atrayentes, si no porque ya tenía demasiadas fans, como para adularlo más, con el rabillo del ojo pude ver como una preciosa sonrisa curvaba sus labios, y no pude evitar morderme los míos.
Cuando la clase se terminó vi al italianito, como decía Luís, venir hacía mi después de recoger sus cosas, pero antes de que llegase, el otro implicado se interpuso y lo obligó a pararse en seco, se quedó allí un par de segundos, y luego salió corriendo.
Mi siguiente y estupenda clase era educación física, algo que normalmente odiaba, pero claro, hoy todo parecía capaz de sorprenderme, quizás esto también lo hiciese.
Cuando llegamos al gimnasio Alejo ya estaba allí, miró a Luís con cara de pocos amigos, y este como buen macho cabrío, se la devolvió.
Al parecer hoy continuaríamos con la clase anterior, bailes de salón, y estuve segura que ni siquiera mi recién adquirido buen humor suavizaría esto. En cuanto el profesor lo explicó, Amanda se acerco para reclamar lo que ya consideraba suyo, pero antes de que pudiese acercarse a su objetivo, el profesor le estropeó el plan, aclarando que debíamos ponernos con nuestra pareja del día anterior, de este modo Luís acabó agarrado a la impresionante pelirroja, sin que esta pareciese muy contenta por ello. Yo me dirigí hacía mi encantadora compañera de baile, Carolina, era un poquito más baja que yo, no tan atractiva como Amanda, pero tenía un encanto que ya habría querido esta, además del exotismo que le daban sus rasgos, y el color de su piel, pues era de raza negra. Cuando bailábamos juntas, debía de ser de los más raro, ella tan morena, y yo con este colorzucho raro, además ella era una estupenda bailarina, y yo, bueno yo la verdad tampoco lo intentaba, por eso nos habían puesto juntas, en un intento de que yo aprendiese algo. Cuando ya estaba junto a ella, y bastante dispuesta a aprender, el profesor se acercó hasta nosotras, y le pido a ella que bailase con Alejo, ella acepto sin más y a mi me dio la opción de sentarme.
-No- le respondí de mala gana. -Quiero aprender-
-¿Lo dice enserio señorita Bermúdez?- su cara de asombro me hizo reír de nuevo, lo que llevaba perdiéndome todos estos años.
-Por supuesto profesor,-
-Siendo así, bailara conmigo- esto si que no me lo esperaba, pero menos me esperaba la siguiente parte de la clase, el profesor era incluso más patoso que yo, y se pasó el resto de la hora dando tropezones, pisándome y pidiéndome perdón, mientras yo no podía contener la risa, al final, incluso me dijo que me riese tranquila, que no le importaba, porque nunca me había visto así, y merecía la pena.
La clase se consumió bastante rápido, y la mañana también, el que había sido mi molesto héroe, se había convertido en un relajado amigo, y me aseguró que me dejaría aire para no agobiarme en cuanto se lo pidiese, pero por ahora no tenía intención de hacerlo, no quería volver a sentirme sola, me asustaba el vacío, porque ahora, tras muchos año, estaba bastante más vacío que yo.

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