Abril se fue tan rápido como llego, y cuando me di cuenta el mes se me había pasado entre las paredes del pequeño apartamento. Estaba cada vez más aburrida. Llevaba cuarenta días sin poner un píe en la calle, y es que mis anfitriones, que cada vez se me asemejaban más a carceleros, velaban de forma celosa por mi seguridad, hasta extremos insanos diría yo.
En estos días solo conseguía acordarme de lo que había dejado atrás, mi casa, mi madre que me hacia falta a cada momento, el colegio, mis nuevos amigos, Luís; ellos estarían apunto de graduarse, y yo estaba encerrada en un minúsculo apartamento en el centro de Roma. Ante mi creciente mal humor Clara pensó que me haría bien salir, a mí la idea me pareció estupenda, necesitaba aire puro, y cuando decidí vestirme me di cuenta que también ropa.
Salimos por la tarde y recorrimos varias calles. Alejo nos acompañaba con cara de pocos amigos, su madre le había dicho que se quedara en casa, pero como miembro integrante del género masculino, sin importar especie, se había negado a dejar a dos mujeres solas, como si Clara y yo no nos las apañáramos estupendamente para defendernos.
Nuestra caminata desemboco en el centro comercial Euroma2. Nada más entrar la imponente cúpula acristalada cacto y mi atención, haciendo que caminase mirando al techo, como resultado de lo cual me empotre contra un hombre de casi de dos metros; cuyo buen humor no era proporcional a su altura porque empezó a decirme un montón de cosas y agradecí en mi fuero interno no saber nada de italiano.
Un par de horas después, tras varias entradas y salidas de tiendas, tenía tres pares nuevos de vaqueros, cuyas marcas debían ser conocidas porque menudos precios, dos camisetas de manga corta, una sudadera y una chaquetita corta, todo cortesía de mi diablo favorito; cada vez me inquietaba más de donde sacaba este chico tanto dinero, pero no pregunte.
Todo estaba hecho y volvíamos al apartamento cuando me di cuenta de que el agua de la botella que Clara compro había cambiado de color. Estaba hirviendo, bueno era el mismo comportamiento, pero no estaba caliente. Las imágenes se ocultaban entre las escurridizas burbujas, pero cuando las distinguí era demasiado tare, un grupo de unas sesenta mujeres ataviadas con el traje de batalla de las afras, pantalón y corsé blancos, nos tenían rodeados. La gran sacerdotisa encabezaba la comitiva, sin más preambulos salio disparada hacía mí, mientras que las demás se arrogaban sobre mis compañeros. Aspir tenia sus finas manos alrededor de mi cuello y yo solo pensar que para que tanta gente cuando nosotros solo éramos tres.
-Ven con nosotras,- me ordeno -es una llamada sagrada, así que no puedes negarte.-
-¿Quieres ver como me niego?, yo no voy contigo a ningún sitio- pero que manía tenían todos de darme ordenes-
-No puedes hacer eso-
-Pues lo estoy haciendo- yo seguía en mis trece, pero cada vez me faltaba más el aire - y suelta que me esta ahogando.- automáticamente sus manos perdieron su agarre, no había contado con esto, ya sabía como hacer que las afras dejaran de perseguirme.
El plan era perfecto, ahora necesitaba llevarlo acabo. Mire a mi alrededor para encontrarme a la pobre Clara luchando contra sus hermanas, parecía perdida y me di cuenta que La dichosa Llamada Sagrada estaría influenciándola de nuevo de forma progresiva, por su parte Alejo había sacado una espada de yo no se donde, y estaba defendiéndose como podía de las guerreras del agua, tenía que hacer algo y pronto. Me gire y me encontré a la Sacerdotisa arremetiendo contra mi de nuevo, esta vez fui más concreta con lo que ordenaba.
-No te muevas de ahí, y las manos quietas- sus ojos destilaban veneno pero moverse no se movía. Corrí por el centro comercial, donde la gente atónita miraba la escena sin saber que pensar. Subí a la segunda planta dispuesta a gritar mis ordenes a pleno pulmón, pero la tienda de juguete de donde tome prestado un megáfono me ahorro el esfuerzo.
-Hijas del agua- dije esperando que si fueran italianas mi capacidad para dar ordenes fuese internacional -La Llamada Sagrada queda anulada, volved con los vuestros.-
Sin más todas se dieron la vuelta completamente coordinadas y se marcharon, mientras yo suspiraba de alivio.
Encontré a Aspir donde la había dejado.
-Tienes que cumplir tu misión, tienes que darnos un ser completo- los acontecimientos del día no habían ayudado a mi mal carácter.
-Lo que te voy a dar es una patada en el culo como no te calles,- sus ojos se abrieron como platos- dile a tu consejo, que se que lo tienes, que yo, sea lo que sea que soy, no soy un perro de pedigrí que puedes aparear con quien quieras para obtener mejores cachorros, y que si las afras me quieren será por como soy, no por unas estúpida profecía, hasta que no aceptéis eso no pienso volver. Ahora vuelve a casa.- al igual que habían hecho el resto la Sacerdotisa se fue, dejando un centro comercial lleno de humanos asombrados. Alejo fue rápido y me quito el megáfono:
-Speriamo che hanno goduto lo spettacolo sponsorizzato da Euroma due [1]- con esas palabras pareció solucionarlo todo, y la gente empezó a aplaudir.
-Ha sido estupendo lo que le has dicho a esa mujer- me felicito mientras me devolvía el megáfono.
-Pues prepárate, porque los siguientes son los tuyos- le advertí mientras me giraba para marcharme.
A mi paso salió una mujer de cabello rubio cobrizo y unos preciosos ojos verdes anegados en lágrimas.
-Mamá- llore, después de todo lo que había pasado ese fue el momento en el que ya no pude más.
-Mi pequeña, mi Nalhué. Siento no haberte buscado antes, pero La Llamada Sagrada…-
-Lo se mamá.- la corte antes de que terminase.
-Yo no te hubiera llevado con ella si hubiese sabido que lo único que quería era cumplir la profecía.-
-No importa mamá, ya da igual, nadie controlara mi vida.- y aunque no lo hice a propósito estas últimas palabras fuero directamente dirigidas a Alejo; el asintió y abrazando a Clara, y yo colgada de mi madre, nos dirigimos los cuatro al pequeño apartamento, del que parecía no debíamos haber salido.
[1] Quiere decir: Esperamos que le haya gustado el espectáculo patrocinado por Euroma dos.
¿Hablamos?
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