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Entre agua y fuego esta inscrito en el registro de la propiedad intelectual de Granada con el expediente GR-565-09.

domingo, 17 de enero de 2010

Capitulo 16: Malva.

Básicamente lo que la Sacerdotisa, la cual descubrí se llama Aspir, me contó es que las afras y los demonios siempre habían sido enemigos, pero lo de enemigos es un poco extraño, porque se reproducen entre ellos. Contra todo lo que yo había pensado las afra son seres diferentes de los humanos, al igual que los demonios. Ellas era hijas del agua y a ella se debían, mientras que los otros se debían al fuego como su señor. Por lo visto todas las hembras que nacen de sus relaciones resultan ser afras, mientras que los machos siempre son demonios, aunque hay casos excepcionales, como el de la noche anterior, en los cuales los sujetos desarrollan cualidades del otro sexo, pero son estériles. Toda esta historia lleva a la parte de que mi padre fue un demonio, así que no es de extrañar su relación con Alejo, mientras mi madre es una afra, al igual que la madre de Alejo, el mundo daba vueltas, yo quería bajarme y no sabía como. Todas la explicaciones, que por un lado quería, pero por otro lado me mareaban, siguieron adelante. Cuando yo nací, aun cuando mi sexo indicaba que debía ser una afra, ningún poder se manifestó en mi, mis padres, animados por ambas partes que apreciaban cada nuevo retoño como agua de mayo, decidieron irse a vivir juntos y desarrollar su vida como cualquier pareja, así yo demostraría para que lado apuntaba, pero luego antes de que se supiese nada mi padre murió, así que las afras ganaron mi voto, por decirlo de algún modo. Pero yo seguía sin demostrar poderes de algún tipo y es más, con la muerte de mi padre me había vuelvo demasiado rara hasta para ellas, así que mi madre y yo nos quedamos a vivir como siempre y donde siempre. Mi gran cambio, como ella lo llamaba, había hecho platearse a mi madre volver con sus hermanas, por eso vino a buscarme anoche vestida de esa guisa.
La explicación duro horas y el cielo comenzó a oscurecerse, supuse que serían las ocho mas o menos, aunque siempre he mala para este tipo de cosas. Mi madre apareció con una bandeja de fruta, de la cual comí algo, pero el apetito no era mi mejor cualidad en este momento. Tras esto volví, a la que según me habían dicho, era mi habitación, me tumbe en la cama y dormí de nuevo.
La certeza de que algo se me había pasado por alto saco de mi sueño. La habitación estaba iluminada por la luz de la luna, que se filtraba a través de la ventaba abierta, el silencio se extendía por todo el edificio, construido en la roca. Lo que me hizo despertarme golpeaba ansioso en mi mente, en contra de lo que todas pensaban yo si que había desarrollado mis poderes, los había utilizado en el callejón, cuando aquel tipo, ahora se que era un demonio, me había asustado tanto; pero sobre lo poco que sabía estos no correspondía a las cualidades de una afra, y por fortuna, tampoco a los de un demonio. Empecé a enlazar ideas en mi mente, los demonios se caracterizaban para mí por su color rojizo, a los sumo naranja intenso; no había visto a ninguna afra brillar; ¿o si? Aroa tenía un tono morado, el equivalente a una mezcla desigual de azul y rojo. Supe en ese momento que color desprendían las afras adultas. Supuse que Aroa no hacía mucho que se había definido como afra, así que aun había una parte demonio en ella, una parte que debía desaparecer con los años.
Me levante de la cama, el camisón arrastraba por el suelo, así que como era típico de mi lo pise, haciéndome caer sobre la pared, donde encontré otra puerta, la verdad es que este sitio estaba lleno de sorpresas. Cruce el umbral y me encontré en el jardín de nuevo, pero esta vez justo junto al lago, me gire y la puerta ya no estaba, así que me senté y contemple mi reflejo en el agua. Algo había cambiado. Mis ojos siempre marrones habían dejado de serlo, no del todo, pero algo extraño había en ellos, el cabello era más claro, mas rubio y los rizos algo mas definidos, aunque no mucho mejor. Una lagrima se deslizo por mi mejilla, había perdido mi vida, sabía que debía afrontarlo todo bien y con una sonrisa, pero no podía, extrañaba mi casa, mi cama y mis libros, extrañaba la tetería, a Clara, a Luís y sobre todo, a ese maldito demonio. El dolor y la rabia se alimentaban mutuamente en mi interior y el interruptor salto de forma automática. Cuando las lagrimas se secaron, y el llanto se convirtió en mudas convulsiones el reflejo en el agua capto mi atención. Todo era malva en mi piel, el mismo color de mi vestido, el mismo de mi habitación, la mezcla equilibrada de azul y rojo, quizás con un poco de blanco. Ellas sabían esto, mientras todas vestían de azul a mí me habían asignado el malva, ellas sabían algo más y me lo estaban ocultando, no podía confiar en nadie.
El crujido de la hierba me hizo girarme, la puerta había vuelto ha aparecer tras de mí. Me dirigí a ella puesto que no sabía otra forma de volver a la habitación. Cuando cogí el pomo se giro solo en mi mano, la puerta se abrió, y Clara apareció en ella. Sus ojos estaban completamente rojos y las lagrimas fluían por sus mejillas, los típicos vaqueros que solía vestir habían sido sustituidos por el característico vestido azul.
-Oh Nalhué, dime que esta bien, dime que no le ha pasado nada a mi pequeño- su voz era caótica y suplicante.
-No te preocupes, no le hicieron nada.- no se me ocurrió nada más para continuar así que callé.
-Hace tres noches, tres noches ya, que salió de casa para una de esas extrañas reuniones de su padre, y aun no ha vuelto- el llanto arranco de nuevo, y esta ocasión se llevo por delante las lagrimas que yo llevaba tanto intentando contener, había estado tres días y dos noches inconsciente, y mientras tanto Alejo estaba desaparecido.-No me dejaron esperarlo, hicieron La Llamada, La Llamada Sagrada, hacía décadas que no había una de esas. Avisaron de que habías vuelto y todas las hermanas debíamos venir a protegerte.- empecé a temblar, no podía contenerme, y ni siquiera sabía porque era.
-No entiendo nada, no logro entender nada, sácame de aquí Clara, te lo ruego sácame de aquí- ella me abrazaba pero no cedía a mi suplicas.
-No puedo hacer eso, soy una afra, la Sacerdotisa hizo la llamada, no puedo desobedecerla, aunque quiera no puedo, mi cuerpo no responderá a ningún impulso que desobedezca La Llamada Sagrada…- Clara seguía debatiéndose consigo misma, y entonces no pude más, vomite, vomite la rabia, el dolor, la frustración, el miedo, eche fuera todo lo que me estaba consumiendo. Mire a través de mis pestañas mojadas directamente a la cara de Clara, estaba mas bonita que nunca, sus ojos azules, tan azules como el mar, espera, no eran sus ojos los que eran azules, era toda entera, en ese momento me pego un tirón y empezó a correr mientras que yo arrastrada por su brazo corría tras de ella, si saber a donde o por donde iba.
El aire caliente me golpeo en la cara, claro que sabía a donde iba, Clara me estaba sacando de allí. Cruzamos pasillos desiertos que parecían infinitos y terminamos en una habitación completamente blanca. Ella abrió en la pared lo que parecía ser una taquilla, se puso su ropa de diario y me miro de arriba a bajo, luego movió la cabeza hacia los lados y cerro la taquilla.
-Vamos a salir de aquí, pero no tengo ropa para ti, así que tendrás que hacerlo con eso.- yo asentí enérgicamente.
Esta vez me cogió dulcemente de la mano en lugar de arrastrarme. Otra nueva puerta apareció ante nosotras.
-Que extraño- susurro mi jefa -estamos haciendo algo que va en contra de la llamada de la Sacerdotisa, y sin embargo, la magia nos responde, o cuando fui al baño y la puerta me llevo hasta ti.- me miro de reojo -Bueno, no es momento de pararse- y cruzamos la puerta, al otro lado de la cual había un enorme valle, en este los coches se amontonaban. Divise el Seat Toledo de Clara en un lateral, corrimos hacía el con el corazón el la garganta. Nos montamos en el coche y pusimos rumbos hacía el amanecer, dirección Madrid, o eso esperaba, o porque no tenía ni idea de donde estábamos.

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